A María del Pino Velázquez, ex-dueña de Unísono
Querida María del Pino Velázquez, ex-dueña de Unísono
Acusamos recibo de la carta de despedida que hiciste llegar a toda la plantilla y que te sirvió para dar carpetazo, de una sentada, con el tedioso asunto de los adioses y las emotividades. Copiar, pegar, enviar a toda la lista de distribución y chimpún, sin llegar jamás a dar la cara. Una carta de despedida – la tuya – que nos dejó de piedra por el tono que empleaste. Pocas palabras para tranquilizar a una plantilla que observaba en mitad del verano cómo la empresa cambiaba de manos sin que nadie hablase claro, y cuando tú apareciste al fin fue para decir un lacónico «ahí os quedáis» acompañado de un «se abre un nuevo capítulo en mi vida que espero sea apasionante». Porque era de eso de lo que hablabas principalmente en tu carta. De tu vida, de tus proyectos, de tus mierdas… Como si te hubiera sido imposible reprimir la emoción que ha supuesto tanto la venta como el dinero que te has embolsado con ella. Una cosa que hemos aprendido gracias a ti, querida María del Pino: «El dinero no otorga estilo ni elegancia.
El dinero ni siquiera garantiza una buena educación». Y como no quisiste dar la cara de verdad, porque jamás lo has hecho y jamás te has reunido con la Representación Legal de los Trabajadores en estos más de 20 años, tuvo que venir a darla tu antigua mano derecha, Sandra Gibert.
Pronto pudimos comprobar que solo traía una frase debajo del brazo. Una frase desafortunada, a decir verdad, y bastante manida.
«Todos vamos en el mismo barco».
Hemos de decirte que estamos en total desacuerdo. Para estar «en el mismo barco» no hay que tener una agenda oculta. Además, es necesario que sigamos los mismos mapas y las mismas rutas y por supuesto hay que mantener cierta proporcionalidad en cuanto a la comodidad de los camarotes existentes en ese supuesto barco. No es lo mismo ir de crucero, bajarse en el puerto que más le convenga a una, ir de compras, etc., que estar sometidos a viajar en galeras, temiendo que en cualquier momento una carta de despido nos lance por la borda.
No esperamos que te vaya bien en los negocios. Ya te has aprovechado bastante del esfuerzo de otros y ya has retorcido suficientemente la normativa laboral. Tampoco te deseamos nada
malo. Simplemente te decimos adiós y procedemos a enterrarte bajo paladas y paladas de indiferencia.